Por: Natalia Espina L.

Para las fotógrafas y fotógrafos chilenos el 18 de octubre del 2019 quedó marcado en nuestra historia, había comenzado una revuelta social sin precedentes y aunque no lo sabíamos en ese momento nuestro trabajo cumpliría un rol que cobraría mucha importancia para el movimiento.

El estallido social en Chile llegó en un momento donde la sociedad no aguantó más y explotó, hubo varios indicios que gatillaron la revuelta por parte de las actuales autoridades, pero lo claro es que las razones venían acumulándose por más de treinta años. La desigualdad económica y social, la impunidad y los abusos de poder y demandas tales como la reforma a la salud y pensiones o el reconocimiento a los pueblos originarios eran algunas consignas que las personas expresaban desde la rabia o la impotencia.

Chile despertó, los fotógrafos despertamos y salimos a la calle a registrar lo que la televisión no estaba mostrando. Éramos testigos y visibilizar los acontecimientos bajo nuestra mirada se volvió un trabajo. Nos remecimos y como trabajadora de las comunicaciones debo admitir que lo necesitábamos.

Por la naturaleza de nuestro trabajo somos seres muy solitarios a la hora de salir a fotografiar y la verdad es que nos gusta estar solos a la hora de ir por la calle registrando, aun así, la organización con otras fotógrafas y compartir experiencias nos ayudó en su momento para ir descifrando la volatilidad de las manifestaciones. Un tipo de compañerismo que nunca vi. La calle sigue siendo un lugar inseguro para las mujeres, sea cual sea el entorno en que nos encontremos y en el ejercicio de la fotografía en contexto de revuelta social no es la excepción.

Como reportera gráfica tuve experiencias en cubrir marchas y movimientos sociales del pasado, pero siento que después del 2019 fue una alta dosis de práctica. Día a día salía a fotografiar, a veces con objetivos claros y otras solo a registrar, nada es más emocionante que la satisfacción de hacer una buena foto.

Siento que la fotografía, la mirada y el punto de vista desde la vereda de fotógrafa en convicción de su rol dentro de una manifestación es la herramienta que dejo como contribución al movimiento. Mi cámara como arma, mis fotos como expresión y mis redes como plataforma.

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