Por: Aracely Lezana

La cuarentena es la medida más estricta que puede tener un territorio para prevenir la Covid-19. Esta trae consigo varios efectos, desde lo económico hasta lo psicológico de forma desigual según estatus social.

Ya se cumplirán cuatro meses desde que, los que pueden, empezaron a cumplir cuarentena voluntariamente. Medida estricta y necesaria para resguardar la salud del país, a la que más tarde se adhirió toda la Región Metropolitana. Nadie estaba preparado ni psicológica ni socialmente para recibir esta crisis sanitaria.

Chile estaba viviendo con un aire revolucionario desde octubre del 2019, con la esperanza de que se vendrían cambios, con la sensación de que la calle era de todos y todas, pero esto se transformó repentinamente en un encierro entre cuatro paredes, todos limitados y dominados por los virus que actualmente gobiernan el país. (Crisis económica, política y sanitaria).

La privación de la libertad a la que estábamos acostumbrados tiene efectos en la salud mental de la población, tales como: Ansiedad, estrés, miedo, sensación de soledad, tristeza, rabia, angustia, entre otros.

En la ‘’Guía Práctica Para Cuarentena’’ realizado por el Ministerio de Salud, se esclarece que preocuparse en exceso sobre el trabajo y otros arreglos a futuro. Sentirse molesto, irritable y ansioso cuando la libertad ha sido restringida. Preocuparse, sentir angustia y miedo. Tener sentimientos de soledad y aislamiento, son esperables frente a una emergencia como la que estamos viviendo.

Lo que conocemos como ‘’salud mental’’, está condicionado por: ‘’Factores sociales, económicos y políticos: contextos de pobreza y vulnerabilidad, desigualdades materiales, niveles de segregación territorial o déficits de cohesión social que impactan la vida cotidiana de las personas y comunidades’’. (Ciper Chile)

No saber cuándo acabará el confinamiento, no tener un salario o trabajo estable, estar aislado de las relaciones físicas y afectivas, la incertidumbre que se siente cada vez que dan cifras en la televisión, la suspensión de actividades sociales, recreativas y educativas, la interrupción del trabajo sumado al ambiente de preocupación en general hace una mala jugada para la cordura.

Cuando dicen que el virus ataca a todos por igual, se equivocan, el impacto sanitario, económico y social no es el mismo en los distintos grupos sociales. A quienes la pasan peor que otros.

Según la Encuesta termómetro social del 3 de junio del 2020: ‘’35% de quienes reconocen haber estado en contacto con confirmados de coronavirus son fundamentalmente personas que pertenecen a familias cuyo ingreso es menor a $ 540 mil pesos, es decir, segmentos de la población que enfrentan dificultades para obtener ingresos debido a la pérdida de empleo (52% de este grupo), o dificultades para acceder a alimentos (34%) y no han podido cumplir las medidas de cuarentena. De hecho, 44% de los encuestados cree que uno de los principales obstáculos para contener el avance de la pandemia es la imposibilidad de dejar de trabajar para subsistir’’.

Esto quiere decir que la pandemia está atacando en mayor número a las personas de estatus más vulnerables. Porque mientras algunos pueden estar tranquilos trabajando desde sus casas con un sueldo fijo, con su despensa llena sin mayores preocupaciones más que cumplir la cuarentena como se debe, para otros la ansiedad y el estrés se les presenta el doble al no tener estabilidad económica ni acceso a buena salud, muchas veces viviendo hacinados, lo cual aumenta el riesgo de contagio.

Quienes tienen menores ingresos presentan más riesgo de trastorno psicológico, debido a una mayor incertidumbre laboral, habitacional (espacios reducidos) y económica. Existen más motivos de estrés en estos casos.

La encuesta Termómetro también señala que mitad de los participantes siente que su estado de ánimo es peor o mucho peor al estado previo a las medidas de aislamiento y cuarentena, lo cual afecta principalmente al 56% mujeres vs 43% hombres.

Esto se debe a que las mujeres son las principales cuidadoras designadas (4 de 5 son mujeres), además de algunas ser madres tiempo completo. Un factor muy importante, es la violencia intrafamiliar que afecta principalmente a ellas, que ha aumentado un 70% desde que empezó la cuarentena (Según El Ministerio de la Mujer y Equidad de Género).

Este tipo de violencia se da con mayor frecuencia en comunas con pocos recursos. En un estudio hecho por Ciper Chile; La Pintana, Quinta Normal, San Ramon, Puente Alto y San Bernardo son las comunas que lideran en la Región Metropolitana.

Una mujer con preocupaciones económicas, con hijos y que además recibe violencia, tiene muchas más probabilidades de que su psiquis se vea afectada de forma grave.

Si hablamos de los jóvenes estudiantes que deben seguir con sus clases online, gran cantidad de estudiantes se ve perjudicado al no tener buena conexión de internet, espacio de estudio optimo, o simplemente teniendo otras preocupaciones externas, agregando la carga académica y la desmotivación que todo esto conlleva.

Una estudiante de la Universidad Alberto Hurtado cuyo nombre mantuvo en el anonimato, relata ‘’Mi hermano está con clases online. Ocupamos el mismo computador, que por lo demás funciona lento y no siempre guarda los archivos. Yo ya no tengo ganas de estudiar, prefiero ayudar a mis papás a hacer fruteras para generar plata… Si la universidad va a seguir aprobando a los que tienen pieza sola y conexión a internet’’.

Algunas recomendaciones para sobrellevar el aislamiento son proponerse tareas para realizar en casa, mantener una rutina, aprender cosas nuevas viendo tutoriales en Internet, realizar actividades relajantes y placenteras que puedan realizarse en espacios y recursos limitados, como dibujar, leer libros, escuchar música, hacer ejercicios físicos, etc. Pero cómo llevar a cabo estas actividades cuando las preocupaciones y deberes son más.

El virus dejó en evidencia la precariedad de las políticas sociales en las poblaciones. En medio de la restricción se asomó el hambre, la pobreza, el abandono por parte del estado. Un virus que trajo el sector acomodado del país lo están pagando los más pobres, incluso en el área de salud mental.