Por Aracely Lezana

Los campamentos son una opción de vivienda para quienes no tienen recursos, han aumentado considerablemente entre el año 2017 y 2020, siendo Puente Alto una de las comunas con más familias viviendo en ellos.

El deseo de la casa propia a través de las tomas de terreno, advierte la crisis socioeconómica y de vivienda que surgen en algunos sectores del país, consecuencia del alto precio del suelo, los bajos ingresos, la incapacidad de poder pagar un arriendo y el incremento de cesantía.

Las tomas de terreno siempre han existido en los sectores periféricos de Santiago, pero, según los catastros de la organización Techo Chile, en los últimos años aumentó un 84% en la Región Metropolitana. Casi duplicando el número de familias que viven segregados, con escasez de recursos básicos como agua y luz, aumentando la posibilidad de que sus pobladores se contagien con Covid-19. 

En Puente Alto existen 10 campamentos los cuales albergan a 1800 familias. El más poblado es el Millantú, ubicado en el sector de Casas Viejas. 

A estos 10 campamentos, se  suma el Nueva Cordillera o como lo nombraron los niños y niñas que viven en el: Cordillera Nevada. Que se estableció en febrero de este año, a un costado del cerro La Ballena, próximo a la población Carol Urzúa. De hecho, Julio Oliva, presidente de la junta de vecinos del campamento, junto con la mayoría de sus habitantes, vienen desde aquella población.

Julio, también vocalista de la banda Ají Shileno, explica que el primer paso para establecer esta comunidad fue conformar un comité de allegados, ‘’vimos que todo el problema de la delincuencia y lo que esto conlleva, era el hacinamiento’’. Luego de que ocurriera una balacera en el 2019,  donde terminaron con la vida de cinco personas.

‘’Después de la revuelta social había poca pega, aumentó la crisis económica de la gente, más encima los problemas que tenía la Carol Urzúa sobre las balaceras, el narcotráfico, el abandono de las autoridades, no teníamos a quien acudir, no había iluminación… y bueno a raíz de eso, creamos un carnaval por la paz, para distraer y darle cultura a los vecino, pusimos dos escenarios, intervenimos con murales y ferias libres, las cuales fortalecían el comercio local’’. Pero se dieron cuenta de que ese momento de distracción, no abordaba el problema de raíz. Posteriormente se creó el comité de allegados y luego el campamento.

‘’Entonces este proyecto nació de ahí, como una extensión de la Carol Urzúa. De ahí nace la idea, básicamente arrancando de la delincuencia, de las balaceras, hacinamiento… Acá llegamos a armar todo lo que allá nos faltaba’’, cuenta Oliva, refiriéndose a los motivos que lo empujaron a buscar un mejor vivir.  

La electricidad se demoró 4 meses en llegar, las 64 personas que estabamos en un comienzo, juntamos 4 millones haciendo rifas para pagarla. Por otra parte, el agua es racionalizada y suministrada en estanques gigantes por el municipio

Actualmente, el Nueva Cordillera cuenta con 128 familias establecidas, las cuales fueron seleccionadas por un comité. Solo se aceptan: ex allegados y ex arrendatarios que no estén en malas prácticas. Integrando familias provenientes de Haití, Venezuela, Colombia, Perú, de otras comunas y sectores como La Pintana y Casas Viejas, asimismo pobladores de origen Mapuche. 

Así fue como el terreno abandonado por una familia adinerada desde hace treinta años, pasó de ser un basural, a ser el comienzo de una nueva vecindad. Contará con una multi-cancha, un huerto comunitario, una plaza, una brigada de emergencia anti disturbios y una comisión electoral para que la gente participe políticamente. Julio asevera que: ‘’Queremos comprometernos, todo auto gestionado, con voluntarios que tengan compromiso con la rehabilitación de las familias’’.

Siempre impulsados por las intenciones revolucionarias, como se expresa en las canciones de Ají Shileno, al igual que por el deseo de organización social e intervenciones positivas al barrio.

Además, la presencia de una ‘’escuelita’’, que busca educar y traer cultura a los pobladores. Cristian Lecler, uno de sus impulsores, señala que: ‘’Primero que todo el proyecto es un desafío, entendiendo que hay siete nacionalidades inmigrantes acá’’. Continúa: ‘’Nosotros partimos como refuerzo para los niños que estaban sin colegio por la pandemia, los ayudábamos con guías, contención y asistencia para las familias, pero podíamos hacer más que eso. Queremos que los niños puedan superarse, además de regularizar la educación de los adultos. Enseñar cultura, arte, ciencia’’.

Algunas pobladoras de profesión Ingeniera Civil, pedagoga y contadora auditora, en conjunto con un Asistente Social, trabajan en la actualización del estado de las familias, por ejemplo: Número de integrantes, enfermedades y otros datos relevantes.

Julio Oliva, asegura que ‘’nosotros estamos acá producto de la corrupción, porque los recursos  no llegan a todos los chilenos, a los pobladores, en ese sentido fuimos directamente afectados. Nosotros aquí más que robarnos un terreno, estamos recuperando nuestra dignidad, a través de que todas las familias afectadas nos podamos rehabilitar de eso’’.

Frente a la necesidad, la falta de ingresos y apoyo, los pobladores buscaron y tomaron por la mala lo que les corresponde por derecho, un lugar donde vivir tranquilos y que les pertenezca.